Los artistas auténticos con muchas décadas de carrera a sus espaldas tienen un peso específico al que no pueden aspirar estrellas más recientes, de curriculum más liviano. La solemnidad, la suntuosidad y la grandeza que conlleva el anuncio de un concierto de uno de los gigantes de un género musical, el que sea, es lo que otorga la etiqueta de gran cita. La de anoche en Icónica Santalucía Sevilla Fest lo fue con todas las de la ley.
Llegaba la fecha marcada en rojo en el calendario de las cerca de 15.000 almas que disfrutaron de Marc Anthony, un cantante reconocido a nivel mundial, galardonado con innumerables premios y reconocimientos, destacando tres Grammy y seis Grammy Latinos. 'El Rey de la salsa', como fue bautizado hace años por el New York Times, bien merecía que el prestigioso festival boutique registrara una de las asistencias más importantes de sus cuatro ediciones (pareja con una terna de conciertos y solo superada por C. Tangana, que reunió en 2022 a 17.000 personas) y reuniera a un importante número personajes conocidos (el cantante Alejandro Sanz, el ex futbolista Joaquín Sánchez, el torero Manuel Díaz 'el Cordobés' o el chef Daniel del Toro, entre otros muchos).
Tras media hora de retraso, apareció en escena con la fuerza y sensualidad que acostumbra. Americana, camiseta y pantalón vaquero negros y, cómo no, con sus características gafas de sol. Su pose de dandy curtido en mil batallas, su actitud de conquistador canalla, perfectamente en consonancia con sus bailes cadenciosamente latinos, añaden la sal y la pimienta ideales para que la salsa que brota por su privilegiada garganta tome la temperatura perfecta.
Pero por encima de todo, el polifacético artista, que regresaba a Sevilla tras su multitudinario y exitoso show en el Estadio de la Cartuja en 2022, dio una auténtica masterclass de cómo se domina el escenario, de cómo llevar las riendas y el tempo emocional de un concierto desde el minuto uno.Comenzó con toda la marcha dada interpretando 'Pa'llá voy', un tema ideal para arrancar que es toda una declaración de intenciones («Si hay una fiesta pa'llá voy, si hay una rumba pa'llá voy, con buena música y alcohol, cuando me llamen, pa'llá voy») y sirvió para exhibir de inmediato el músculo musical de una portentosa formación de casi una veintena de miembros que fue un auténtico espectáculo durante la hora y cuarenta minutos que duró la velada. Pura dinamita en la percusión y fuerza torrencial la sección de viento, sin dejar atrás el virtuosismo del guitarrista Mario Guizo.
Ante tamaño espectáculo sobre el escenario, el numeroso público que acudió en masa a la llamada del ídolo puertorriqueño nacido en Nueva York respondió con no menos vehemencia. Extasiados no solo por la presencia de la estrella mundial, también lo hacían por la inmensidad del paisaje sonoro que se abría detrás del ídolo boricua, conformando una perfecta comunión de altísimos vuelos.
Tomado de: www.abc.es
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